Mi cuerpo no deja de ser el lastre épico de la epopeya de mi nacimiento, toda frase cuajada con la verdad, sensorial, hace que el cuerpo se paralice sin saber nada más que el sentir. Azul, añil, ultramar, cyan, klein, celeste... todas las manera de nombrar las diferentes eclosiones de un mismo sabor, con pupilas constreñidas en el haz apagado de la vida que brilla sin cesar, sin calma pero con prisa hacia la cima de la gran pirámide kármica regida por el gran ser, yo, mientras nadie sabe, ni siente, ni cree, solo opina y DIFAMA ... sin llegar a amar...